domingo, 4 de diciembre de 2011

Sentimientos escondidos en un reloj de pared.

(…)
-¿Es una princesa?
-Así es.
-Están enamorados…
-Pero perteneces a mundos distintos. Él es el rey de los enanos. Solo cuando suenan las doce ella puede dejar de ser una oveja y recuperar su forma original, aun así cada vez que van a dar las doce él sigue apareciendo para esperar a su princesa. Estoy seguro de que quien fabricó este reloj sufría mucho por amor.
-Los dos parecen muy tristes…
(…)

                                                                                                            Susurros de corazón.
Y así ocurría, cada noche.
El rey de los enanos espera con impaciencia y anhelo a su amada elfa de porcelana.
La veía tan inalcanzable y bella como una estrella. Con los gestos perfectamente rasgados, con las alas más hermosas que ningún otro ser pudiera obtener.
Y daba la impresión de ser tan frágil, tan delicada que temía acercarse. Temía hablarla.
Ella en cambio se veía atrapada en un cuerpo que no la pertenecía. Con esa agobiante lana cosida a su piel. Se preguntaba qué mal había causado ella para poseer aquél maleficio. En que estaría pensando el anciano de mirada triste cuando la creó.
Ahora lo que deseaba era alzar sus alas. Huir, huir al lado de su rey. Ese rey con el que compartía un amor tan puro como silencioso. Un rey al que años atrás observó escondida como tallaban con paciencia y cariño, que ahora es él quien cada medianoche la contemplaba a ella.
Y se apoderaba de ambos una mirada melancólica al dar las doce. Ninguno decía nada, pero los dos compartían sus sueños. Sueños de escaparse, olvidarse de sus diferencias, olvidarse del maleficio que ella tenía que soportar. Salir volando todo lo lejos posible.
No cabe duda de que cuando nadie los observa, las lágrimas inundan ese amargo silencio, que solo el sonido de los enanos, súbitos del rey quiebran, con la mezcla de sus silbidos y herramientas trabajando en la mina.




Pero, por ahora, los amantes continuaran con su rutinario amor. 
Y se limitaban a esperar a las doce para poder volver a mirarse. En silencio. 
Como dos cobardes que ansían la libertad. 




4 comentarios:

Unknown dijo...

Precioso. Nada más que añadir.

Elisa Sestayo dijo...

Incríble. Hermoso.
Un beso <3

- dijo...

Muy original, diferente a los relatos que ahora todo el mundo publica en sus blogs, y muy muy tierno. Me ha encantado :)
<3

Paula Pastrana dijo...

me encanta :)