lunes, 22 de agosto de 2011

El Sauce Llorón.

Hace millones de años, mucho antes de que los humanos destrozasen el mundo, incluso antes de que el primero de ellos viese la luz del sol, una pareja de sauces blancos observaba con ilusión como su pequeña semilla brotaba y surgía de la tierra. Hasta que por fin el nuevo sauce consiguió agrietarla y asomar sus primeras ramitas. En ese momento los familiares y amigos se acercaron a darles la enhorabuena. Fue un feliz día para aquella familia, pero las cosas no continuaron así.

Sucedió aproximadamente en la primavera en el que el pequeño cumplía su quinzavo cumpleaños. Todos los árboles del bosque vestían sus mejores trajes, sus hojas estaban mejor que nunca, y los pocos afortunados presumían de su fruta, antes del temido otoño, cuando el estrés se apoderaba de ellos y acababan sin sus queridas hojas.
El pequeño sauce no era como los demás jóvenes árboles, y se alejaba de ellos, puede que la razón era su afición a la soledad, o puede que solo se tratase de una gran timidez. 
Gracias a aquello, fue sometido a numerosas burlas, que mezcladas con su extrema sensibilidad solían acabar en lágrimas.
Y todo empeoró cuando una noche sus padres discutieron, como de costumbre, por su culpa:
-¡Te estoy diciendo que yo no le encuentro parecido! ¡Ese hijo no puede ser mío!
-¿Quieres dejar de decir tonterías? Vas a despertarle… Tranquilízate.
-¿Qué me tranquilice? Para ti eso es muy fácil, ¿verdad? Como sabes la verdad…
-Se la verdad, y ya te la he contado. Ese hijo es tuyo, deja ya las tonterías.
-¡¿Mío?! ¿A quien quieres engañar? ¿Has visto sus hojas? ¡Vamos! ¿Qué parecido tienen con las mías? ¡Pero si le saco cien años y es mucho más alto! ¡Ni si quiera tenemos la misma corteza! .- Mientras el joven sauce escuchaba las dolorosas palabras de su padre, escondido detrás de una pequeña colina lloraba desconsoladamente, y poco después pudo oír como su madre hacia lo mismo.
A continuación, un incomodo silencio, que su padre acabó rompiendo:
-Lo siento, pero yo no puedo seguir viviendo con esta duda. Me voy.

Y así sucedió. El sauce se crió con su madre, como única amiga. Y cada día se le parecía menos. Sus ramas cada vez eran más finas, y curvas. Cada día era más diferente, a su padre, a su madre… Y a todos los demás.
La noticia del divorcio llego a los oídos de los demás árboles, y los jóvenes lo utilizaron como excusa de burla, y así, entre llantos, el sauce se gano un nuevo apodo: El sauce llorón.
Los días pasaban y el pobre árbol se preguntaba a diario el por que de tanta burla. ¿Es que acaso el alguna vez se había reído de ellos? ¿Cuándo les había faltado el respeto o menospreciado?
Esa misma pregunta fue la que le hizo a su madre, una noche cualquiera, cuando le explico el por qué de sus lágrimas. El sauce llorón nunca olvidó esas palabras:
-No les hagas caso, pequeño. Lo que pasa es que eres diferente. Tan desigual y extraño que la mayoría te tienen envidia. Mírate, como tú no hay dos. Y eso es lo que todos buscan. ¿No crees que ya hay muchos árboles iguales en el bosque? 





3 comentarios:

- dijo...

Y mi árbol favorito es, siempre ha sido y será, el sauce llorón :)
Este texto me ha alegrado el día, de verdad, es una historia preciosa.
(L)

Melanie: dijo...

Tenes un hermoso blog y unas hermosas entradas :) Nos seguimos? Yo ya te sigo ! Me seguís vos también? http://tanperfeectoqueasusta.blogspot.com/

alvarobd dijo...

Me encanta, es una gran entrada que me alegro de haber encontrado entre las más visitadas de tu blog.
Un saludo de un distinto ;)